Hace 101
días dejamos a Ama-Gi, nuestra Kombi, en manos de un electricista
porque ya el tema de los cables no daba para más. Sabíamos que iba
a tardar, claro que sí. Hacer una instalación eléctrica desde cero
en un vehículo del año 84 no es poca cosa. Y el tipo es el mejor en
lo suyo, al menos en el barrio, entonces siempre tiene mucho trabajo.
Además, pensábamos, mejor que tarde porque nos daba tiempo a juntar
la plata para el arreglo.
Estos 101
días se están haciendo mucho mas largos de lo que imaginamos. Jamás
pensamos que esto iba a demorar tanto y que, como a veces el tiempo
sana, esta vez congelaría tanto nuestras ilusiones. Es una espera
que desespera, especialmente para dos ansiosos potenciados, con un
proyecto que ya tiene más de un año y que sigue siendo más idea
que realidad. El recorrido hasta cumplir el objetivo, que sigue
siendo partir de Buenos Aires el 9 de julio de este año, no es un
camino fácil. Y no lo sabíamos. Claro, somos novatos en el tema.
Soñar nos sale bárbaro, pero no estábamos preparados para tener
que remarla tanto. Ni tampoco lo estamos sabiendo disfrutar. Porque
cada día, pareciera que se corre un paso más adelante ese momento.
Y nos frustra, nos entorpece, no nos permite avanzar. Y así como el
cableado de Ama-Gi estaba al borde del estallido y necesitaba urgente
un especialista, nuestro sistema de conexiones también colapsó.
Nuestros cables empezaron a hacer más chispas que nunca. Bajó y
subió la tensión tantas veces que ya no sabemos si es de día o de
noche. Ya no sabemos que funciona y que dejó de funcionar.
Estamos
sincronizados con nuestro vehículo, viviendo en paralelo las mismas
cosas. Alistándonos para algo que no tenemos bien en claro que es. Y
buscando la energía necesaria para arrancar de una vez, para
volvernos a encender, para retomar el sueño y para convertirlo en
realidad de una buena vez por todas.
Se nos
está poniendo difícil, es verdad. Pero queremos dejar algo en
claro: los sueños solo mueren, si muere el soñador. Y nosotros,
queridos amigos, estamos más vivos que nunca... A pesar de no haber
encontrado aún el motivo que nos mantiene así. A pesar de que ya no
tenemos más fichas que jugar, que ya arriesgamos todo, que no queda
más nada por poner. Y la conclusión de todo esto, simplista quizás,
es aprender. Aprender a esperar, aprender a confiar en uno mismo,
aprender a insistir, persistir y no bajar los brazos.
Y si nos
preguntamos por qué esperamos tanto, apelo a una gran canción y
respondo: “Solo para tomar impulso y llegar más alto”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario