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sábado, 23 de mayo de 2015

Cortocircuitos Pre-Viaje

Hace 101 días dejamos a Ama-Gi, nuestra Kombi, en manos de un electricista porque ya el tema de los cables no daba para más. Sabíamos que iba a tardar, claro que sí. Hacer una instalación eléctrica desde cero en un vehículo del año 84 no es poca cosa. Y el tipo es el mejor en lo suyo, al menos en el barrio, entonces siempre tiene mucho trabajo. Además, pensábamos, mejor que tarde porque nos daba tiempo a juntar la plata para el arreglo.
Estos 101 días se están haciendo mucho mas largos de lo que imaginamos. Jamás pensamos que esto iba a demorar tanto y que, como a veces el tiempo sana, esta vez congelaría tanto nuestras ilusiones. Es una espera que desespera, especialmente para dos ansiosos potenciados, con un proyecto que ya tiene más de un año y que sigue siendo más idea que realidad. El recorrido hasta cumplir el objetivo, que sigue siendo partir de Buenos Aires el 9 de julio de este año, no es un camino fácil. Y no lo sabíamos. Claro, somos novatos en el tema. Soñar nos sale bárbaro, pero no estábamos preparados para tener que remarla tanto. Ni tampoco lo estamos sabiendo disfrutar. Porque cada día, pareciera que se corre un paso más adelante ese momento. Y nos frustra, nos entorpece, no nos permite avanzar. Y así como el cableado de Ama-Gi estaba al borde del estallido y necesitaba urgente un especialista, nuestro sistema de conexiones también colapsó. Nuestros cables empezaron a hacer más chispas que nunca. Bajó y subió la tensión tantas veces que ya no sabemos si es de día o de noche. Ya no sabemos que funciona y que dejó de funcionar.



Estamos sincronizados con nuestro vehículo, viviendo en paralelo las mismas cosas. Alistándonos para algo que no tenemos bien en claro que es. Y buscando la energía necesaria para arrancar de una vez, para volvernos a encender, para retomar el sueño y para convertirlo en realidad de una buena vez por todas.
Se nos está poniendo difícil, es verdad. Pero queremos dejar algo en claro: los sueños solo mueren, si muere el soñador. Y nosotros, queridos amigos, estamos más vivos que nunca... A pesar de no haber encontrado aún el motivo que nos mantiene así. A pesar de que ya no tenemos más fichas que jugar, que ya arriesgamos todo, que no queda más nada por poner. Y la conclusión de todo esto, simplista quizás, es aprender. Aprender a esperar, aprender a confiar en uno mismo, aprender a insistir, persistir y no bajar los brazos.

Y si nos preguntamos por qué esperamos tanto, apelo a una gran canción y respondo: “Solo para tomar impulso y llegar más alto”.




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